¡Feliz domingo, Anacrónicos!
Hoy os voy a abrir las puertas a mi casa de ensueño. Seguramente, tras leer esto, muchos pensarán "¡Hala! ¡Menudos delirios de grandeza!" o "No pide poco ni nada, la tía..." o cualquier cosa por el estilo. Pero soñar es gratis, así que no voy a escatimar en sueños.
Así pues, querido lector, imagínate esto: estás en medio del campo; delante tuyo hay un camino de arena y detrás tuyo se extienden verdes praderas. A lo lejos puedes ver el mar, como una fina línea que se difumina con el cielo. A ambos lados de la senda, a partir del punto donde estás, hay un bosque típico mediterráneo.
Empiezas a andar. Al final del camino te encuentras una gran finca rodeada de una valla de seto alta, a la que se accede por una gran puerta de hierro forjada, hecha con delicadas filigranas, que se encuentra justo enfrente de ti.
Abres la puerta y das un paso al frente. Un jardín enorme se extiende ante tus ojos, decorado por un enorme laberinto de seto, en cuyo centro hay una gran fuente. A medida que avanzas, te vas encontrando por los pasillos de dicho laberinto estatuas de mármol de escenas y personajes tanto mitológicos como religiosos. Sigues adelante y, finalmente, lo dejas atrás.
Y entonces ves la casa. Una magnífica villa romana de estilo neoclásico, con la fachada también de mármol blanco; el clásico frontón sostenido por columnas de orden jónico. A ambos lados de la fachada principal, a la cual se accede mediante una gran escalinata, hay balcones con balaustradas y grandes ventanales.
Entras en la casa. Toda ella está decorada al estilo victoriano, con majestuosos muebles de madera de caoba, objetos de plata, alfombras y cortinas de colores rojizos, blancos y dorados. Hay grandes cuadros en las paredes, bustos de ilustres poetas tales como Homero, Shakespeare y Bécquer y lámparas de araña con cristales que proyectan arcoiris en las paredes empapeladas con motivos florales.
Subes y bajas por los pisos, entras en las habitaciones, en el baño, en la cocina... Todo está decorado con el mismo estilo. En las habitaciones, todas con baño privado, hay armarios de tamaño considerable, una cama de matrimonio con dosel y sábanas blancas, un tocador con espejo, una mesa y un sillón. A los pies de la cama, como corresponde a la época, hay un gran baúl.
Siguiendo el recorrido, entras en la mayor habitación de toda la casa: la biblioteca. Un bosque de libros en el que perderte; con un escritorio en el medio de la sala. Dicha biblioteca se parece a la de la película "La Bella y la Bestia", y hasta tiene un gran ventanal que da a un pequeño balcón semiesférico con la ya antes mencionada balaustrada de mármol.
Continúas paseando por la casa, y te topas con un patio interior. Es un patio porticado, con columnas del mismo orden que las de la fachada, en el centro del cual está el impluvium, al estilo de las domus romanas. Este tiene peces de colores y nenúfares, y en el centro hay una pequeña fuente que representa al dios Poseidón. Alrededor de este pequeño estanque hay algún banco y alguna mesa de hierro forjado, ideal para salir a tomar algo las tardes de verano.
Al fin sales de la casa, pasando antes por la última estancia de la misma: la capilla. Una capillita pequeña con unos pocos bancos, una vidriera de colores, un altar inmaculado y las estatuas de la Virgen, San José y el Niño Jesús. Hay algunos cirios y una habitación pequeñita al lado de lo que sería el absis, que sirve de sacristía. Saliendo del lugar, encuentras el resto de la propiedad: un enorme prado con árboles frutales y un estanque a lo lejos, con un camino que se bifurca. El de la derecha va hacia los establos, donde hay tres caballos andaluces. El de la izquierda te lleva hacia una glorieta medio escondida entre árboles y rosales. A su lado está el estanque, en el que unos patos revolotean, jugando. A su orilla crecen narcisos y juncos, y una pequeña barca de remos se aposenta entre ellos.
Es, en fin, una casa de ensueño. Una villa que une las dos grandes corrientes artísticas del siglo XIX, el romanticismo y el neoclasicismo. Un lugar en el que la poesía se palpa en el ambiente y en el que te mueves entre dos épocas distintas: la antigua Roma y la Inglaterra victoriana. Es la conjunción perfecta de mis dos grandes pasiones, la cultura grecorromana y la poesía.
Es, como he dicho, la casa de mis sueños.
Vaya chulada de casa!!! Yo quiero una igual :)
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