martes, 27 de mayo de 2014

Gustavo Adolfo Bécquer

No es ningún secreto que mi poeta favorito es Gustavo Adolfo Bécquer... Es algo que todo aquel que me conoce o que ha leído mi blog ha podido comprobar con creces. 

La verdad es que no sé cuando nació en mi ese amor por el poeta... Soy incapaz de recordar el momento que empecé a leer sus Rimas; sin embargo, no es lo que más importa. Lo que sí recuerdo perfectamente son las dudas que tuve al elegir la temática de mi Trabajo de Investigación (ese trabajo obligatorio que se hace durante el Bachillerato en Cataluña, que amarga la vida del estudiante y sin el cual no te sacas el título de Bachiller). No sabía si elegir un tema mitológico o sobre cultura clásica o si elegir al poeta. Finalmente, la pasión que siento por la poesía venció.

Y así, durante todo un año, investigué a fondo la vida y obra de Bécquer. Teóricamente, el trabajo debe constar de una parte teórica y una parte práctica, pero la temática que había escogido yo me ponía un poco difícil lo de la parte práctica. Sin embargo, no era imposible imaginar algo, así que al final opté por escribir una historia explicando mi propia versión de cómo había llegado el manuscrito de las Rimas del Poeta a la Biblioteca Nacional de Madrid (el mecenas de Bécquer, que poseía dicha copia, la perdió durante la Revolución "La Gloriosa", y el mismo reapareció años más tarde en esa Biblioteca). Ese escrito lo voy a publicar en breve en este blog, así que, cuando usted lea esto, seguramente podrá leer también dicha historia. (Será la publicación siguiente a esta)

Sin embargo, mi fiebre creativa motivada por Bécquer no terminó ahí. Me decidí a hacer algo original en la exposición oral; no quería ir simplemente a soltar toda la teoría que en principio el jurado ya se habría leído. Así pues, decidí hacer una pequeña representación monologada de una segunda parte de la historia, que acompañé con música de Chopin y Beethoven. Tengo intención de redactar esa historia y publicarla también en este blog, aunque, sinceramente, no es seguro que lo haga.

Para acabar, quisiera compartir con ustedes la conclusión de mi Trabajo. Lo que comprendí estudiando a Bécquer. Algo que solo un genio como él podía transmitir. Aquí la dejo:



En este momento, lo que debería decir es que ya conozco más a Bécquer, he investigado su poesía y su vida, y que ya sé más de él de lo que sabía antes… Ese era mi objetivo al empezar este trabajo… y debería decir que he alcanzado mi meta.
Sin embargo, no voy a decir eso. Esa no es la concusión que he sacado de este trabajo. Aunque, efectivamente, ahora conozco mejor la vida y el pensamiento del poeta, no es eso lo que he aprendido con este trabajo. Tampoco voy a decir que he aprendido a hacer trabajos, ni que la constancia es muy importante, ni nada de esas cosas; en parte, porque reconozco que la constancia no me ha acompañado demasiado durante este tiempo.
No. He aprendido otra cosa. Más bien, me he dado cuenta de otra cosa. He entendido que es la poesía. No de forma teórica, no el concepto de poesía en sí, sino su esencia. Bécquer me ha enseñado que este arte va más allá del poeta, va más allá del lector y va más allá del estudio.
La poesía es sentimiento. La poesía es pasión. La poesía no es el conjunto de versos; no es una composición formada por x estrofas y llena de recursos retóricos; la poesía va mucho más allá. La poesía es lo que permite trasmitir un sentimiento.
Sin embargo, la poesía no puede ser descrita sin poesía. Tal intento sería, a mi parecer, una degradación de la misma. Por tanto, dejaré que sea Bécquer quien describa lo que siente el poeta para traducirlo en poesía, puesto que es él el que lo hace mejor:

Saeta que voladora
cruza, arrojada al azar,
y que no se sabe dónde
temblando se clavará;
hoja que del árbol seca
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco
donde al polvo volverá;
gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y se ignora
qué playa buscando va;
luz que en cercos temblorosos
brilla, próxima a expirar,
y que no se sabe de ellos
cuál el último será;
eso soy yo, que al acaso
cruzo el mundo sin pensar
de dónde vengo ni a dónde
mis pasos me llevarán.

He aprendido, en definitiva, que no importa lo que el poeta quiera decir. Lo que importa es lo que el poeta siente y lo que trasmite. Que da igual cuánto estudies un poema; lo único que haces es deshojarlo y ver sus partes por separado. Romper la armonía del poema para intentar comprender lo que dice el poeta. Simnembargo, eso es algo que no se puede saber. Nunca sabremos que pasó por la mente de un poeta; es más, ni siquiera importa. Lo único que debemos hacer es dejarnos llenar por la poesía, dejar que nos inunde el alma, que nos haga sentir… porque creo firmemente que, si una poesía no te sacude el alma, no te despierta ningún sentimiento, duda o lo que fuere en tu interior, por pequeño que sea, ya no merece tal nombre. No es poesía si no te mueve el alma.
Por tanto, de nada me sirve estudiar o comentar una poesía. Una vez la deshojas, ya no queda nada. En cuanto he analizado un poema parte por parte; en cuanto he ordenado sus frases; en cuanto he comprendido todas y cada una de sus palabras; en cuanto lo veo como un esquema y en cuanto deja de tener esa parte de misterio que la caracteriza… entonces deja de tener sentido para mí. Siento que he destrozado una obra de arte, como si hubiera cortado en pedazos un cuadro para ver más de cerca e individualmente cada una de sus partes. Me siento como si hubiera destrozado la armoniosa imagen que forma toda la poesía, para verla como un conjunto de conceptos estudiados en clase de literatura. Es por eso por lo que, en lugar de hacer quince o veinte comentarios de texto, como era mi intención inicialmente, he hecho los imprescindibles. Uno para cada tema. Porque no quiero dejar de disfrutar de Bécquer; me resisto a aburrir su poesía.
Por tanto, si debo resumir la conclusión que he sacado de este trabajo de investigación en una frase, sería esta: la poesía no está hecha para ser estudiada; la poesía está hecha para sentirla.

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